Vamos caminando expectantes, y a
sabiendas de qué ocurrirá. Lo sabemos porque año tras año lo celebramos. Así
también sabemos que la muerte termina en la Vida Verdadera.
No me
entregues, Señor, a la furia de mis adversarios,
porque se
levantan contra mí testigos falsos,
hombres que
respiran violencia.
Sal 26, 12
Oración
inicial
Dios todopoderoso y eterno,
concédenos celebrar de tal manera los misterios de la Pasión del Señor que
merezcamos alcanzar tu misericordia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que
vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos
de los siglos.
DIOS
NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA
I
LECTURA
En
el segundo canto del servidor de Dios, se ratifica la elección y el envío. Pero
el canto nos regala algo más: el servidor ha sido elegido desde el vientre
materno, y Dios se llena de orgullo por él.
Lectura
del libro de Isaías 49, 1-6
¡Escúchenme, costas lejanas,
presten atención, pueblos remotos! El Señor me llamó desde el seno materno,
desde el vientre de mi madre pronunció mi nombre. Él hizo de mi boca una espada
afilada, me ocultó a la sombra de su mano; hizo de mí una flecha punzante, me
escondió en su aljaba. Él me dijo: “Tú eres mi Servidor, Israel, por ti yo me
glorificaré”. Pero yo dije: “En vano me fatigué, para nada, inútilmente, he
gastado mi fuerza”. Sin embargo, mi derecho está junto al Señor y mi
retribución, junto a mi Dios. Y ahora, ha hablado el Señor, el que me formó
desde el vientre materno para que yo sea su Servidor, para hacer que Jacob
vuelva a él y se le reúna Israel. Yo soy valioso a los ojos del Señor y mi Dios
ha sido mi fortaleza. Él dice: “Es demasiado poco que seas mi Servidor para
restaurar a las tribus de Jacob y hacer volver a los sobrevivientes de Israel;
yo te destino a ser la luz de las naciones, para que llegue mi salvación hasta
los confines de la tierra”.
Palabra
de Dios.
Salmo
70, 1-4a. 5-6ab. 15. 17
R.
Mi boca anunciará tu salvación, Señor.
Yo me refugio en ti, Señor, ¡que
nunca tenga que avergonzarme! Por tu justicia, líbrame y rescátame, inclina tu
oído hacia mí, y sálvame. R.
Sé para mí una roca protectora, tú
que decidiste venir siempre en mi ayuda, porque tú eres mi Roca y mi fortaleza.
¡Líbrame, Dios mío, de las manos del impío! R.
Porque tú, Señor, eres mi esperanza
y mi seguridad desde mi juventud. En ti me apoyé desde las entrañas de mi
madre; desde el vientre materno fuiste mi protector. R.
Mi boca anunciará incesantemente
tus actos de justicia y salvación, aunque ni siquiera soy capaz de enumerarlos.
Dios mío, tú me enseñaste desde mi juventud, y hasta hoy he narrado tus
maravillas. R.
EVANGELIO
“Jesús
es el que tiene toda la intimidad del Padre y es el único que lo conoce y puede
hablar de él. Esta relación existente entre Cristo y el Padre se reproduce
ahora entre Cristo y el discípulo: el que cumple las condiciones de discípulo
amado de Jesús es el que ‘se recuesta sobre el pecho del Señor’ y recibe sus
confidencias, sentado junto a él en la mesa, para poder comunicarlas a los
demás“ (Luis H. Rivas, ¿Qué es un evangelio?, Ed. Claretiana).
Ì
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 13, 21-33. 36-38
Jesús, estando en la mesa con sus
discípulos, se estremeció y manifestó claramente: “Les aseguro que uno de
ustedes me entregará”. Los discípulos se miraban unos a otros, no sabiendo a
quién se refería. Uno de ellos –el discípulo al que Jesús amaba– estaba
reclinado muy cerca de Jesús. Simón Pedro le hizo una seña y le dijo:
“Pregúntale a quién se refiere”. Él se reclinó sobre Jesús y le preguntó:
“Señor, ¿quién es?”. Jesús le respondió: “Es aquel al que daré el bocado que
voy a mojar en el plato”. Y mojando un bocado, se lo dio a Judas, hijo de Simón
Iscariote. En cuanto recibió el bocado, Satanás entró en él. Jesús le dijo
entonces: “Realiza pronto lo que tienes que hacer”. Pero ninguno de los
comensales comprendió por qué le decía esto. Como Judas estaba encargado de la
bolsa común, algunos pensaban que Jesús quería decirle: “Compra lo que hace
falta para la fiesta”, o bien que le mandaba dar algo a los pobres. Y en
seguida, después de recibir el bocado, Judas salió. Ya era de noche. Después
que Judas salió, Jesús dijo: “Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y
Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará
en sí mismo, y lo hará muy pronto. Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con
ustedes. Ustedes me buscarán, pero yo les digo ahora lo mismo que dije a los
judíos: ‘A donde yo voy, ustedes no pueden venir’”. Simón Pedro le dijo:
“Señor, ¿a dónde vas?”. Jesús le respondió: “Adonde yo voy, tú no puedes
seguirme ahora, pero más adelante me seguirás”. Pedro le preguntó: “¿Señor, por
qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti”. Jesús le respondió:
“¿Darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas
negado tres veces”.
Palabra
del Señor.
MEDITAMOS
LA PALABRA
Después de la meditación de ayer
que se situaba históricamente en Betania el lunes por la tarde... saltamos
directamente a la tarde del jueves, durante la última cena.
-Jesús dijo: "Uno de vosotros
me entregará" Se miraban los discípulos unos a otros, sin saber de quién
hablaba.
Jesús toma la iniciativa de
anunciar la traición.
Está solo. Nadie entiende en esto
nada.
Uno de los discípulos, el amado de
Jesús...
Juan subraya esto. Y es a ese
título que él interviene. La amistad.
-Estaba recostado junto a Jesús.
Simón Pedro le hizo señal, diciéndole: "Pregúntale de quién habla".
El discípulo, inclinándose hacia el pecho de Jesús, le dijo: "Señor,
¿quién es?"
Es una escena que ha sido
representada por muchos pintores.
Familiaridad.
Sí, Tú, Señor, has aceptado estos
gestos sencillos. No te has avergonzado de haber necesitado este afecto... de
poder hablar con verdaderos amigos...
Por otra parte, vemos una vez más
en el Evangelio, las funciones complementarias, en la Iglesia: Pedro toma la
iniciativa - prioridad oficial-, pero es Juan el que hace el encargo delicado.
Cada uno tiene su sitio particular.
Todos no pueden hacer todo. Ayúdame, Señor, a cumplir bien mi cometido, y en mi
sitio. Durante estos días santos, quisiera, a mi manera, vivir contigo, Señor.
Ofrecerte mi amistad. Procuraré pensar mucho más en ti en el curso de estos
días venideros.
-"Aquel a quien yo mojare y
diere un bocado". Se lo da a Judas... y Jesús le dice: "Lo que has de
hacer, hazlo pronto." Ninguno de los que estaban a la mesa conoció a qué
propósito hacía aquello. Judas tomando el bocado, se salió luego.
Era de noche.
Todo se hace con palabras
veladas... en una especie de pudor sigiloso, entre Jesús y Judas... como si
Jesús no quisiera perjudicar a Judas: los demás no entienden lo que está
pasando.
Hasta aquí llega la lucidez de
Jesús frente a su muerte: es El quien dirige las operaciones; es El quién
decide la hora: "lo que has de hacer, hazlo pronto,". Mi vida, nadie
la toma, soy Yo quien la da. He aquí mi Cuerpo entregado por vosotros.
-Así que salió, dijo Jesús:
"Ahora ha sido glorificado el Hijo del Hombre, y Dios ha sido glorificado
en él... Dios también le glorificará pronto." Palabras asombrosas. Como
ayer son también una anticipación. La "gloria" ya está ahí, desde que
la muerte ha sido decidida, desde que el traidor ha salido para su faena.
-Hijitos míos, todavía estaré un
poco con vosotros... Yo me voy.
Tú no piensas en ti, sino en ellos.
Van a quedarse solos. Pedro adivina algo, sin duda. Y ¡propone
"seguir" a Jesús!
-"¿Darás por mí tu vida?... En
verdad te digo que no cantará el gallo antes que tres veces me niegues."
¡Pobre Pedro! Y sin embargo él se
creía muy generoso, y lo era, a su modo. Jesús le anuncia su propia traición,
algunos minutos después de la de Judas. Entonces, de repente, el silencio debió
de ser muy denso en el grupo.
Tu soledad ¡oh Jesús! es total. Has
ido hasta el límite de la condición humana. El hombre, que más solo se
encuentre a la hora de la muerte, puede reconocerse en ti.
ORAMOS
CON LA PALABRA
Dios no
perdonó a su propio Hijo,
sino que lo
entregó por todos nosotros.
Rom 8, 32
Oración
conclusiva
Tu misericordia, Dios nuestro,
libre a tu pueblo de la antigua malicia del pecado y nos haga abrazar la
novedad de la vida santa. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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