DOMINGO DE RAMOS

“Jesús no entra en la Ciudad Santa para recibir los honores reservados a los reyes de la tierra, a quien tiene poder, a quien domina; entra para ser azotado, insultado y ultrajado, como anuncia Isaías en la Primera lectura (cf. Is 50, 6); entra para recibir una corona de espinas, una caña, un manto de púrpura: su realeza será objeto de burla; entra para subir al Calvario cargando un madero” (Papa Francisco, Domingo de Ramos, 24/3/2013).



BENDICIÓN DE LOS RAMOS Y PROCESIÓN

En este día la Iglesia recuerda la entrada de Cristo, el Señor, en Jerusalén para consumar su misterio pascual. Por esta razón, en todas las misas se hace memoria de la entrada del Señor en la ciudad santa; esta memoria se hace o bien por la procesión o entrada solemne antes de la misa principal, o bien por la entrada simple antes de las restantes misas. La entrada solemne –no así la procesión–, puede repetirse antes de aquellas misas que se celebran con gran asistencia de fieles.

Conmemoración de la entrada del Señor en Jerusalén

PROCESIÓN

Mientras los ministros llegan al lugar de la reunión, se canta la siguiente antífona u otro canto apropiado:

Antífona
Hosanna al Hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel. ¡Hosanna en el cielo! (Mt 21, 9)

El sacerdote, al llegar, saluda al pueblo como de costumbre, y seguidamente hace una breve monición, en la que invita a los fieles a participar activa y conscientemente en la celebración de este día. La puede hacer con estas palabras u otras semejantes:

Queridos hermanos:

Ya desde el principio de la Cuaresma nos venimos preparando con obras de penitencia y caridad. Hoy, cercana ya la Noche santa de la Pascua, nos disponemos a inaugurar, en comunión con toda la Iglesia, la celebración anual de los misterios de la pasión y resurrección de Jesucristo, misterios que empezaron con la solemne entrada de Jesús en Jerusalén.

Por ello, recordando con fe y devoción la entrada triunfal de Jesucristo en la ciudad santa, le acompañaremos con nuestros cantos, para que, participando ahora de su cruz, merezcamos un día tener parte en su resurrección.

Después de la monición, el sacerdote dice una oración:

Oremos.

Dios todopoderoso y eterno, santifica con tu Ì bendición estos ramos, y, a cuantos vamos a acompañar a Cristo aclamándolo con cantos, concédenos entrar en la Jerusalén del cielo, por medio de él. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. R/. Amén.

A continuación rocía con agua bendita los ramos sin decir nada.

Seguidamente se proclama el evangelio de la entrada del Señor, según el texto evangélico correspondiente a cada uno de los ciclos. Este evangelio lo lee en la forma habitual un diácono o, en su defecto, el mismo sacerdote.


 Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 11, 1-10

Cuando se aproximaban a Jerusalén, estando ya al pie del monte de los Olivos, cerca de Betfagé y de Betania, Jesús envió a dos de sus discípulos,  diciéndoles: «Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo;  y si alguien les pregunta: «¿Qué están haciendo?», respondan: «El Señor lo necesita y lo va a devolver en seguida».

Ellos fueron y encontraron un asno atado cerca de una puerta, en la calle, y lo desataron.  algunos de los que estaban allí les preguntaron: «¿Qué hacen? ¿Por qué desatan ese asno?». Ellos respondieron como Jesús les había dicho y nadie los molestó.

Entonces le llevaron el asno, pusieron sus mantos sobre él y Jesús se montó. Muchos extendían sus mantos sobre el camino; otros, lo cubrían con ramas que cortaban en el campo.

Los que iban delante y los que seguían a Jesús, gritaban: «¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito sea el Reino que ya viene, el Reino de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!».

Palabra del Señor.


Después del evangelio, si se juzga oportuno, se puede hacer una breve homilía. Antes de comenzar la procesión, el sacerdote, u otro ministro idóneo, puede hacer una monición con estas o semejantes palabras:

Como la muchedumbre que aclamaba a Jesús, acompañemos también nosotros con júbilo al Señor.

Y comienza la procesión hacia la iglesia donde se va a celebrar la misa.


MISA DE LA PASIÓN DEL SEÑOR

Oración colecta

Dios todopoderoso y eterno, tú mostraste a los hombres el ejemplo de humildad de nuestro Salvador, que se encarnó y murió en la cruz; concédenos recibir las enseñanzas de su Pasión, para poder participar un día de su gloriosa resurrección. Él que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Ante la agresión de los que quieren la caída del servidor de Dios, este hombre reconoce que su fuerza está en la Palabra de Dios, que él recibe y que también transmite.

Lectura del libro de Isaías 50, 4-7

El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo. El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás. Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían. Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado.
Palabra de Dios.

Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24

R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Los que me ven, se burlan de mí, hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo: “Confió en el Señor, que él lo libre; que lo salve, si lo quiere tanto”. R.

Me rodea una jauría de perros, me asalta una banda de malhechores; taladran mis manos y mis pies. Yo puedo contar todos mis huesos. R.

Se reparten entre sí mi ropa y sortean mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme. R.

Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos, te alabaré en medio de la asamblea: “Alábenlo, los que temen al Señor; glorifíquenlo, descendientes de Jacob; témanlo, descendientes de Israel”. R.


II LECTURA

Este canto, uno de los más antiguos del cristianismo, recorre la vida de Jesús. Y en ese proceso resalta su humanidad que no ve la muerte como un final sino como un paso a la vida gloriosa.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Filipos 2, 6-11

Jesucristo, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: Al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: “Jesucristo es el Señor”.
Palabra de Dios.

ACLAMACIÓN   Flp 2, 8-9

Cristo se humilló por nosotros hasta aceptar por obediencia la muerte, y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre.

EVANGELIO

 “De nada hubiera servido una redención política como la esperaban muchos contemporáneos de los que salieron a encontrar a Jesús el Domingo de Ramos. Una liberación del yugo de Roma no hubiera sido la libertad verdadera porque hubieran caído bajo otros yugos. Los pueblos parecen no aprender la lección de estarse dominando y explotando unos de otros. Solo hay un verdadero libertador: Dios que nos ha traído la liberación del pecado, donde tiene su raíz todo el malestar de los hombres. Por eso hay que comprender a Cristo identificándose con la humanidad doliente. Sintamos ahora mucha simpatía por él y cuando lo vayamos a acompañar con su cruz a cuestas, sudando sangre, llorando con lágrimas de un dolor casi sin esperanza en lo humano, pensemos en la situación misma nuestra, pero con una esperanza divina como la que Cristo quiere inspirarnos” (Mons. O. Romero, 8/4/1979).


 Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 14, 1—15, 47

C. Faltaban dos días para la fiesta de la Pascua y de los panes Ácimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban la manera de arrestar a Jesús con astucia, para darle muerte. Porque decían:

S. «No lo hagamos durante la fiesta, para que no se produzca un tumulto en el pueblo».

C. Mientras Jesús estaba en Betania, comiendo en casa de Simón el leproso, llegó una mujer con un frasco lleno de un valioso perfume de nardo puro, y rompiendo el frasco, derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús. Entonces algunos de los que estaban allí se indignaron y comentaban entre sí:

S. «¿Para qué este derroche de perfume?  Se hubiera podido vender por más de trescientos denarios para repartir el dinero entre los pobres».

C. Y la criticaban. Pero Jesús dijo:

 «Déjenla, ¿por qué la molestan? Ha hecho una buena obra conmigo. A los pobres los tendrán siempre con ustedes y podrán hacerles bien cuando quieran, pero a mí no me tendrán siempre. Ella hizo lo que podía; ungió mi cuerpo anticipadamente para la sepultura. Les aseguro que allí donde se proclame la Buena Noticia, en todo el mundo, se contará también en su memoria lo que ella hizo».

C. Judas Iscariote, uno de los Doce, fue a ver a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, ellos se alegraron y prometieron darle dinero. Y Judas buscaba una ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de la fiesta de los panes Ácimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús:

S. «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?».

C. El envió a dos de sus discípulos, diciéndoles:

 «Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo, y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: «¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?». El les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario».

C. Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua. Al atardecer, Jesús llegó con los Doce. Y mientras estaban comiendo, dijo:

 «Les aseguro que uno de ustedes me entregará, uno que come conmigo».

C. Ellos se entristecieron y comenzaron a preguntarle, uno tras otro:

S. «¿Seré yo?»

 El les respondió: «Es uno de los Doce, uno que se sirve de la misma fuente que yo. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!». 

C. Mientras comían, Jesús tomo el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:

 «Tomen, esto es mi Cuerpo».

C. Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. Y les dijo:

 «Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos. Les aseguro que no beberá más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios».

C. Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos. Y Jesús les dijo:

✜ «Todos ustedes se van a escandalizar, porque dice la Escritura: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas. Pero después que yo resucite, iré antes que ustedes a Galilea».

C. Pedro le dijo:

S. «Aunque todos se escandalicen, yo no me escandalizaré».

C. Jesús le respondió:

 «Te aseguro que hoy, esta misma noche, antes que cante el gallo por segunda vez, me habrás negado tres veces».

C. Pero él insistía:

S. «Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré».

C. Y todos decían lo mismo. Llegaron a una propiedad llamada Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos:

 «Quédense aquí, mientras yo voy a orar».

C. Después llevó con él a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir temor y a angustiarse. Entonces les dijo:

 «Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí velando».

C. Y adelantándose un poco, se postró en tierra y rogaba que, de ser posible, no tuviera que pasar por esa hora. Y decía:

«Abba –Padre– todo te es posible: aleja de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya».

C. Después volvió y encontró a sus discípulos dormidos. Y Jesús dijo a Pedro:

«Simón, ¿duermes? ¿No has podido quedarte despierto ni siquiera una hora?  Permanezcan despiertos y oren para no caer en la tentación, porque es espíritu está dispuesto, pero la carne es débil».

C. Luego se alejó nuevamente y oró, repitiendo las mismas palabras. Al regresar, los encontró otra vez dormidos, porque sus ojos se cerraban de sueño, y no sabían qué responderle. Volvió por tercera vez y les dijo:

«Ahora pueden dormir y descansar. Esto se acabó. Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar».

C. Jesús estaba hablando todavía, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo con espadas y palos, enviado por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor les había dado esta señal:

S. «Es aquel a quien voy a besar. Deténganlo y llévenlo bien custodiado».

C. Apenas llegó, se le acercó y le dijo:

S. «Maestro»,

C. y lo besó. Los otros se abalanzaron sobre él y lo arrestaron. Uno de los que estaban allí sacó la espada e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja. Jesús les dijo:

«Como si fuera un bandido, han salido a arrestarme con espadas y palos. Todos los días estaba entre ustedes enseñando en el Templo y no me arrestaron. Pero esto sucede para que se cumplan las Escrituras».
  
C. Entonces todos lo abandonaron y huyeron. Lo seguía un joven, envuelto solamente con una sábana, y lo sujetaron; pero él, dejando la sábana, se escapó desnudo. Llevaron a Jesús ante el Sumo Sacerdote, y allí se reunieron todos los sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas. Pedro lo había seguido de lejos hasta el interior del palacio del Sumo Sacerdote y estaba sentado con los servidores, calentándose junto al fuego.

Los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un testimonio contra Jesús, para poder condenarlo a muerte, pero no lo encontraban. Porque se presentaron muchos con falsas acusaciones contra él, pero sus testimonios no concordaban.

Algunos declaraban falsamente contra Jesús:

S. «Nosotros lo hemos oído decir: "Yo destruiré este Templo hecho por la mano del hombre, y en tres días volveré a construir otro que no será hecho por la mano del hombre"».

C. Pero tampoco en esto concordaban sus declaraciones. El Sumo Sacerdote, poniéndose de pie ante la asamblea, interrogó a Jesús:

S. «¿No respondes nada a lo que estos atestiguan contra ti?».

C. El permanecía en silencio y no respondía nada. El Sumo Sacerdote lo interrogó nuevamente:

S. «¿Eres el Mesías, el Hijo de Dios bendito?».

C. Jesús respondió:

«Así, yo lo soy: y ustedes verán al Hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir entre las nubes del cielo».
  
C. Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras y exclamó:

S. «¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ustedes acaban de oír la blasfemia. ¿Qué les parece?».

C. Y todos sentenciaron que merecía la muerte. Después algunos comenzaron a escupirlo y, tapándole el rostro, lo golpeaban, mientras le decían:

S. «¡Profetiza!».

C. Y también los servidores le daban bofetadas. Mientras Pedro estaba abajo, en el patio, llegó una de las sirvientas del Sumo Sacerdote y, al ver a Pedro junto al fuego, lo miró fijamente y le dijo:

S. «Tú también estabas con Jesús, el Nazareno».

C. El lo negó, diciendo:

S. «No sé nada; no entiendo de qué estás hablando».

C. Luego salió al vestíbulo. La sirvienta, al verlo, volvió a decir a los presentes:

S. «Este es uno de ellos».

C. Pero él lo negó nuevamente. Un poco más tarde, los que estaban allí dijeron a Pedro:

S. «Seguro que eres uno de ellos, porque tú también eres galileo».

C. Entonces él se puso a maldecir y a jurar que no conocía a ese hombre del que estaban hablando. En seguida cantó el gallo por segunda vez. Pedro recordó las palabras que Jesús le había dicho: «Antes que cante el gallo por segunda vez, tú me habrás negado tres veces». Y se puso a llorar.
  
En cuanto amaneció, los sumos sacerdotes se reunieron en Consejo con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín. Y después de atar a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato. Este lo interrogó:

S. «¿Tú eres el rey de los judíos?».

C. Jesús le respondió:

«Tú lo dices».

C. Los sumos sacerdotes multiplicaban las acusaciones contra él. Pilato lo interrogó nuevamente:

S. «¿No respondes nada? ¡Mira de todo lo que te acusan!».

C. Pero Jesús ya no respondió a nada más, y esto dejó muy admirado a Pilato.

En cada Fiesta, Pilato ponía en libertad a un preso, a elección del pueblo. Había en la cárcel uno llamado Barrabás, arrestado con otros revoltosos que habían cometido un homicidio durante la sedición.

La multitud subió y comenzó a pedir el indulto acostumbrado. Pilato les dijo:

S. «¿Quieren que les ponga en libertad al rey de los judíos?».

C. El sabía, en efecto, que los sumos sacerdotes lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes incitaron a la multitud a pedir la libertad de Barrabás. Pilato continuó diciendo:

S. «¿Qué debo hacer, entonces, con el que ustedes llaman rey de los judíos?».

C. Ellos gritaron de nuevo:

S. «¡Crucifícalo!».

C. Pilato les dijo:

S. ¿Qué mal ha hecho?

C. Pero ellos gritaban cada vez más fuerte:

S. ¡Crucifícalo!

C. Pilato, para contentar a la multitud, les puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.

Los soldados lo llevaron dentro del palacio, al pretorio, y convocaron a toda la guardia. Lo vistieron con un manto de púrpura, hicieron una corona de espinas y se la colocaron. Y comenzaron a saludarlo:

S. «¡Salud, rey de los judíos!».

C. Y le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y, doblando la rodilla, le rendían homenaje. Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto de púrpura y le pusieron de nuevo sus vestiduras. Luego lo hicieron salir para crucificarlo.

Como pasaba por allí Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que regresaba del campo, lo obligaron a llevar la cruz de Jesús.

Y condujeron a Jesús a un lugar llamado Gólgota, que significa: «lugar del Cráneo».

Le ofrecieron vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó. Después lo crucificaron. Los soldados se repartieron sus vestiduras, sorteándolas para ver qué le tocaba a cada uno. Ya mediaba la mañana cuando lo crucificaron.

La inscripción que indicaba la causa de su condena decía: «El rey de los judíos».

Con él crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda. (Y se cumplió la Escritura que dice: «Fue contado entre los malhechores»)

Los que pasaban lo insultaban, movían la cabeza y decían:

S. ¡«Eh, tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, sálvate a ti mismo y baja de la cruz!».

C. De la misma manera, los sumos sacerdotes y los escribas se burlaban y decían entre sí:

S. «¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es el Mesías, el rey de Israel, ¡que baje ahora de la cruz, para que veamos y creamos!».

C. También lo insultaban los que habían sido crucificados con él. Al mediodía, se oscureció toda la tierra hasta las tres de la tarde; y a esa hora, Jesús exclamó en alta voz:

 «Eloi, Eloi, lamá sabactani»,

C. que significa:

«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?».

C. Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron:

S. «Está llamando a Elías».

C. Uno corrió a mojar una esponja en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña le dio de beber, diciendo:

S. «Vamos a ver si Elías viene a bajarlo».

C. Entonces Jesús, dando un grito, expiró.

El velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo. Al verlo expirar así, el centurión que estaba frente a él, exclamó:

S. «¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!».

C. Había también allí algunas mujeres que miraban de lejos. Entre ellas estaban María Magdalena, María, la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé, que seguían a Jesús y lo habían servido cuando estaba en Galilea; y muchas otras que habían subido con él a Jerusalén.

Era día de Preparación, es decir, vísperas de sábado. Por eso, al atardecer, José de Arimatea –miembro notable del Sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios– tuvo la audacia de presentarse ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús.

Pilato se asombró de que ya hubiera muerto; hizo llamar al centurión y le preguntó si hacía mucho que había muerto.

Informado por el centurión, entregó el cadáver a José. Este compró una sábana, bajó el cuerpo de Jesús, lo envolvió en ella y lo depositó en un sepulcro cavado en la roca. Después hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro.

María Magdalena y María, la madre de José, miraban dónde lo habían puesto.
Palabra del Señor.


MEDITAMOS LA PALABRA ESCUCHADA

“Bendito el que viene en nombre del Señor”

Se acercan las fiestas de la Pascua y Jesús llega a Jerusalén. La ciudad y el momento en que esto sucede indican el trágico final que allí le espera. Y Jesús lo sabe.

Lo sorprendente es que no se acerca a ese momento final como un derrotado, ni entra en la ciudad como un triunfador victorioso. Lo hace con sencillez, humildad y una bondad que impresionan. Organiza él mismo la entrada para que no sea una ostentación, sino una manifestación popular de paz y alegría de las gentes más humildes y sencillas; los que siempre le han acompañado y han estado con él.

Todo ese ambiente y esas escenas nos parecen evocar el logro de las aspiraciones de los más débiles y desamparados de este mundo. En Jesús triunfa todo lo que en el orden presente fracasa. Este parece ser el significado más profundo de la entrada de Jesús en Jerusalén.

Jesús quiso inaugurar su Pasión proyectando sobre ella una luz profética anunciadora de su victoria. Esta es la razón de su entrada mesiánica en la ciudad de David.

El relato presenta a los fariseos protestando y exigiendo reprensión para los humildes y sencillos. Vemos una vez más cómo la religión puede endurecer el corazón de no pocas personas. Muchos no soportan que sea el pueblo humilde el que cante la alegría.

También nosotros nos unimos a los “hosanna” que coreaba el gentío; es el modo en que los cristianos seguimos proclamando nuestra fe en Cristo Señor, soberano de la vida.

Después de la cena tiene lugar un momento de transición, podríamos decir, en el Monte de los Olivos. Pero de una relevancia capital. Jesús comienza a orar. Empezó a sentir terror y angustia: “Me muero de tristeza”. Y varias veces encontró dormidos a los discípulos, incapaces de velar y orar con él.

Pedro llega a decirle: “Aunque tenga que morir contigo, no te negaré”. Y el texto de evangélico añade: “Y los demás decían lo mismo”. Es la hora de preguntarnos también hasta dónde estamos dispuestos a llegar en nuestro seguimiento al Maestro, al Señor.

Es hora de reconocer que nosotros muchas veces prometemos fidelidad y seguimiento al Maestro; también puede que lo confesemos, adoremos y besemos. En otras ocasiones, como los discípulos de aquella hora, también nosotros nos dormimos, lo negamos, lo abandonamos y huimos.

Toda la liturgia del Domingo de Ramos, no solo la de la Pasión, nos enfrenta con lo que puede ser la trayectoria, el recorrido de nuestra propia vida de fe, del seguimiento de todo cristiano.

También nosotros debemos pronunciarnos ahora a su favor, con verdad. Debemos preguntarnos si de verdad estamos dispuestos a afrontar con el Maestro y Señor Nuestro el camino del amor, de la fidelidad y de la entrega hasta las últimas consecuencias, para vivir con plenitud.

Vivir la Pasión. Vivir con Pasión.

Cada Domingo de Ramos se lee la Pasión con la idea de que la Cruz de Cristo domine toda la semana: el camino de la cruz, la entrega, el amor, el camino de la Vida.

La pasión es todo sentimiento que rige y dirige la vida de alguien volcado en la felicidad de otra persona, a quien se considera imprescindible, de quien se está pendiente, y por quien se es capaz de entregar hasta lo más propio y personal.

Pasión es la actitud y los sentimientos de padres y madres, de enamorados, de entregados, de fanáticos… Hay pasiones que matan y pasiones que dan vida; todos sabemos que hay pasiones insanas, morbosas, destructivas. Y hay pasiones, por el contrario, que dan vida y construyen, promueven, liberan, solidarizan, humanizan.
El caso de Jesús, cuya Pasión ha de ser como un referente de nuestras pasiones, es el de quien está preocupado por unir, dar vida, hacer posible la felicidad de todos, y especialmente de quienes más carecen de ella.

Precisamente en la narración de la Pasión encuentra respuesta la pregunta fundamental para todo discípulo y todo creyente: ¿quién es Jesús?, que constituye el eje del evangelio de Marcos. En la Pasión se revela el misterio: Jesús es verdadero hombre y verdadero Dios.

La afirmación del centurión, un pagano, que lo ve morir así (Mc 15, 39) es el símbolo del camino de la incredulidad a la confesión de fe que cada uno de nosotros está llamado a hacer contemplando al Crucificado. La narración es sobria, condensada, incisiva; los acontecimientos hablan por sí mismos. Y el protagonista calla.

Jesús se muestra verdadero hombre en Getsemaní: cae a tierra orando, en un gesto de súplica, angustia y abandono. Pero a la vez, se nos muestra verdadero Hijo de Dios ya que puede invocar a Dios, al Altísimo, con el apelativo de “Abba”.

Tras la repetida oración tendrá lugar la dolorosa y confiada entrega a la voluntad del Padre.

Solo a los pies de la cruz podrá renacer en nosotros una fe más madura y auténtica en Jesús, verdadero hombre y verdadero Dios; un Dios tan enamorado de sus hijos que acepta nacer, vivir y morir… por Amor. (Fr. Juan Carlos Cordero de la Hera O.P.).



ESTUDIO BÍBLICO

Hoy comienza la gran semana litúrgica que nos conduce a la Pascua, la muerte y resurrección del Señor, centro de nuestra fe cristiana. La Semana Santa, pues, es un tiempo de profundas vivencias religiosas; el misterio del Dios «entregado por nosotros» y la fuerza de su resurrección, como se expresaba San Pablo, nos convocan ante la Cruz que es el triunfo del amor sobre el odio, la esperanza frente a toda desesperación.

Nota: Recuérdese que este Domingo es el pórtico y comienzo de la Semana Grande en la Pasión del Señor.

Marco: Jesús camino de Jerusalén

Jesús se dirigía a Jerusalén (Lc 9-18).

Repetidamente se insiste, en esta amplia sección del relato lucano, que Jesús se dirigía a Jerusalén, que iba en dirección de Jerusalén, que subía hacia Jerusalén porque un profeta no puede morir fuera de Jerusalén. También de modo insistente se afirma que Jesús iba con actitud decidida, valiente y libre. Que entregaba la vida libremente, porque él quería y que la recuperaría de nuevo. Todos estos gestos de Jesús provocaban en los Apóstoles una actitud de profundo miedo y terror. "Iban llenos de miedo". Y de incomprensión: no entendían nada, les desbordaba todo lo que decía Jesús, no captaban el sentido de sus palabras (Lc 18,34). En la comprensión del evangelista Lucas Presentación este gran viaje hacia Jerusalén es el camino del Hijo del hombre hacia el centro de la salvación y el camino de todos los discípulos de Jesús.

Es necesario recordar a nuestro fieles todos estos valores para una más honda celebración de la Gran Semana que se abre con este gesto de Jesús. Y la urgencia de ponerse en marcha en medio de nuestro mundo. No se trata de celebraciones más o menos solemnes, sino de urgencia en actualizar el don de la vida que hace Jesús.

Es el camino del discipulado.

Lucas quiere expresar y así lo hace insistentemente en su relato que este es el camino abierto y preparado para el verdadero discípulo de Jesús. Debe recorrer el mismo camino sobre las pisadas marcadas por el maestro. El seguimiento de Jesús no puede ni debe reducirse a simples celebraciones. Sino que las celebraciones deben urgir una respuesta aquí y ahora. Es el sentido verdadero del discipulado. Entre los judíos el discípulo (a diferencia radical con el alumno) es aquel que escucha, aprende y asimila las palabras y hasta los últimos detalles de la conducta y gestos del maestro para intentar realizarlos en su vida. El Maestro es un espejo y un punto de referencia seguro y siempre provocador de conducta. Este camino de Jerusalén marca el sentido, el ritmo y el destino de todos los discípulos de Jesús.

En el pórtico de la Gran Semana es necesario insistir a nuestros fieles en este sentido urgente, comprometedor y actual del camino de Jesús. Sólo así nos preparamos adecuadamente para la celebración de las celebraciones: la Pascua; y sólo así haremos de la Pascua una celebración sacramental-existencial que transforma nuestra historia y nos capacita para ser testigos de libertad evangélica en medio de nuestro mundo.

Primera lectura: (Isaías 50,4-7)

Marco: En el Segundo Isaías (Is 40-55) encontramos cuatro fragmentos de especial belleza literaria y profundidad teológica centrados en un personaje con una singular misión. A estos fragmentos se les conoce con el título de "cánticos del Siervo de Dios" (Is 42,1-9; 49,1-7; 50,4-11; 52,13-13,12). Hoy proclamamos una parte del tercer cántico en el que se presenta al Siervo como profeta y como sabio que está a la escucha de Dios para realizar su misión cuya realización le proporcionará graves dificultades y sufrimientos.

Reflexiones:

1ª) ¡El Siervo alienta y abre caminos!

Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. La fuerte personalidad del Siervo realiza diversas tareas en el cumplimiento de su misión. La primera que se le asigna en este cántico es profundamente humana. El profeta-poeta anónimo que compuso estos cánticos realizó su misión hacia el final del exilio de Babilonia, un momento histórico especialmente delicado para el pueblo de Dios, el momento de las grandes preguntas, de las grandes sombras para Israel. En medio de esta situación amenazadora para la esperanza en Dios, surge este mensaje profundo, real y sobrecogedor que quiere ser una respuesta directa a aquellos graves problemas. Así se entiende su tarea especial de consolador en nombre de Dios. La Iglesia cristiana proclama esta lectura en el pórtico de la Semana Santa en la que Jesús va a realizar la parte central de su misión a través de su Muerte-Resurrección. Es una palabra viva y eficaz para nuestro mundo que tanto necesita el consuelo en medio de las gravísimas dificultades por la que atraviesa y que alcanza a todos los ámbitos de la vida humana. La palabra de Dios siempre lleva consigo un mensaje capaz de ser encarnado y de responder a las preguntas que atañen a la hondura del ser humano.

2ª) ¡El Siervo es un Enviado de Dios y necesita estar siempre en comunicación con Él!

Cada mañana me espabila el oído... El Señor me ha abierto el oído y yo no me rebelado ni me he echado atrás. El Siervo es un embajador de Dios, por tanto sólo puede transmitir lo que recibe. Un embajador está siempre en contacto con quien le envía para representar los intereses del país a quien represente y la voluntad e quien le envía en cada acontecimiento, en cada situación, en cada actuación. Esta es la tarea del Siervo en medio y frente a su pueblo en nombre de Dios. De este modo el profeta-poeta anónimo recoge y aplica al Siervo la mejor tradición de Israel que se ha distinguido por ser un pueblo de la escucha. Cierto que la ha cumplido con gravísimas dificultades y con no pocas rebeliones. Pero es su característica. El Siervo escucha para poder transmitir con fidelidad y garantía la palabra y la voluntad de Dios que es quien salva a su pueblo y que es quien va a realizar una nueva liberación y nuevo éxodo. A las puertas de la Gran Semana para los creyentes (y para la humanidad, porque Jesús es importante para toda la humanidad) estas palabras reflejan la hondura del ánimo de Jesús y se le aplican adecuadamente. La voluntad de mi Padre -repetía insistentemente Jesús- es llevar adelante el mandato que he recibido de él y este mandato es de vida a través de la muerte. Y también en nuestro mundo necesitamos volver a la escuela del Siervo para escuchar atentamente una palabra que llega a la profundidad de nuestro ser, que tiene sentido y que ofrece sentido a nuestras vidas.

3ª) ¡La misión del Siervo se encuentra con la oposición y graves dificultades!

Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban... No oculté el rostro a insultos y salivazos. Mi Señor me ayudaba. En la situación vital en que se redactó este cántico no resultaba nada fácil entender la reacción ante la misión del Siervo. Ha sido el enviado por Dios para anunciar la inminente liberación a un pueblo que se debate en la frontera entre la esperanza y de la desesperanza. Y la respuesta es la oposición, el enfrentamiento, el desprecio grave (esto significa mesar la barba, signo de un desprecio total entre aquellas gentes, así como recortar los vestidos de los embajadores). Es una de las más graves paradojas de la historia de la salvación. Recuérdese igualmente a Moisés conduciendo al pueblo por el desierto hacia la libertad (léase el libro del Éxodo y de los Números). Ahora le sucede lo mismo al Siervo, cumplidor de la voluntad de quien le envía. A las puertas de la Semana Santa, este cántico se nos antoja un fiel reflejo de lo acontecido en Jesús de Nazaret. Desde este Domingo se invita a los discípulos de Jesús de nuestro mundo y nuestro tiempo a entrar en el tejido de la Pasión equipados con esta palabra de Dios. ¿Cómo es posible que sea condenado, de la forma en que lo fue Jesús, si pasó haciendo el bien, anunciando el evangelio del amor universal de Dios-Padre para todos los hombres? ¿Cómo es posible que el predicador de la paz, el cercano a todos, el hombre para los demás, sea condenado por su propio pueblo a quien fue enviado? La respuesta sólo se encuentra en el relato evangélico que recoge lo esencial de los sucedido. ¿Cómo es posible que sigan produciéndose juicios del mismo género, sentencias injustas, atropellos vejatorios para la dignidad de la persona humana entre personas que se confiesan cristianas, que se declaran pertenecer al discipulado de Jesús? Es necesario entrar, con firmeza, con los oídos y el corazón abiertos, en esta Gran Semana de la mano de estas palabras del profeta-poeta llamado Segundo Isaías. Tiene mucho que decirnos hoy a todos inmersos en múltiples perplejidades, desconciertos, contradicciones e incomprensibles persecuciones en todos los ámbitos. Esta palabra sigue palpitante, inquietante, comprometedora para los creyentes de hoy.

Segunda lectura: (Filipenses 2,6-11)

Marco: Se trata de un importante y hermoso himno que Pablo ha tomado de la liturgia cristiana primitiva con algunas adiciones que introdujo en él: vg. "y una muerte de cruz". Recoge armónicamente los tres estadios de la vida de Jesús Dios-Hombre: preexistencia, presencia en la historia de los hombres, exaltación y glorificación. Estas tres realidades marcarán nuestra reflexión.

Reflexiones:

1ª) ¡Cristo, de naturaleza divina, tomó la condición de esclavo!

Tomó la forma de esclavo, pasando por uno de tantos. Para comenzar quisiera colaborar a despejar la tentación de un equívoco producido por la costumbre de haber oído muchas veces este himno. El autor del mismo, un anónimo, pero que Pablo hace suyo en esta carta, se toma en serio sus expresiones. Así contemplaban a Jesús en el momento de hacerse realmente hombre como nosotros, menos en el pecado. Es necesario igualmente contemplar el contexto en que aparece: un fragmento cuyo tema central es la vida de la comunidad que está pasando por momentos muy delicados y muy difíciles (2,1-27 principalmente). Sólo iluminado por este contexto el recurso al himno es elocuente, directo y una palabra que trata de salir al encuentro de las dificultades que encuentra una comunidad, entrañable para Pablo, para realizar su programa de fraternidad, de mutuo y generoso servicio y su tarea evangelizadora en medio del mundo hostil en que se encuentra seriamente comprometida. Pablo recurre a este himno en el que la comunidad primera y, es de suponer, la comunidad de Filipos, para reorientar la vida de la comunidad. Jesús es realmente Dios, pero al hacerse hombre asumió todas las consecuencias. Una advertencia severa y modélica para entonces y para ahora. Esta palabra sigue palpitante y necesaria hoy: es necesario estar en camino siempre de mi a mi hermano como Jesús lo estuvo desde el seno de su Padre a la humanidad aceptando las limitaciones y errores de ésta para conducirla a la vida, a la paz, y a la verdadera felicidad. No son palabras para una placentera y desencarnada meditación (incluso idílica); son palabras que alcanzan la hondura del corazón de todos los hombres de hoy. Es necesario recorrer el camino de Jesús a través del camino de nuestros hermanos los hombres de todo el mundo.

2ª) ¡Hasta el vaciamiento total: la muerte en cruz!

Actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de Cruz. Es necesario recordar en este momento que de todos los acontecimientos de la vida de Jesús, el menos cuestionado durante las duras investigaciones que se han producido en los dos últimos siglos, el relato de la muerte es el más firme y que ha resistido a todas las críticas de los distintos frentes. No estamos ante una historia inventada sino ante una historia real en sus rasgos fundamentales. Este fue el destino de Jesús por la coincidencia de una conjunción misteriosa del proyecto de Dios y del comportamiento de los hombres, especialmente de los responsables de Israel, su propio pueblo. Aunque el Viernes Santo nos vamos a centrar exclusivamente en la Cruz como fruto del amor de Dios a los hombres y como fuente inagotable de liberación en todos los ámbitos, adelantamos algún pensamiento que nos pueda introducir ya en esta Semana Grande para los creyentes y para los hombres. Sólo podemos acercarnos a la Cruz de Jesús o a Jesús en la Cruz sabedores de que es la expresión acabada y suprema del amor misericordioso de Dios. En la boca y en la pluma de Oseas se nos revela así nuestro Dios: yo soy un Dios y no un hombre, santo en medio de Israel (Os 11) y esto lo hace precisamente en un contexto en que se subraya de modo admirable la ternura y la misericordia de Dios. La Cruz de Jesús se convierte así en un potente imán que atrae a toda la humanidad hacia sí: cuando sea levantado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí (Juan). Nuestro mundo necesita un encuentro más directo, más profundo y abierto con el mensaje de la Cruz, aunque en primera instancia pueda producir el rechazo. Sólo ahí (iluminada por el Resurrección y por el Espíritu) encuentra el hombre actual y de siempre su profundo sentido y la respuesta a sus graves interrogantes. La Cruz está presente en la vida diaria de todos, por tanto es necesario encontrar su sentido, es decir, expresión del amor de un Dios fiel y santo que no defrauda en sus promesas.

3ª) ¡Por eso Dios lo levantó sobre todo!

Por eso Dios lo levantó sobre todo... y toda lengua proclame: ¡Jesucristo es Señor! para gloria de Dios Padre. La Cruz no es el final, es el camino. Jesús decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mi, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y que me siga (Lc 9,23). Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplen mi gloria (Jn 17,24). Por eso Dios lo levantó y exaltó. La raíz más profunda de este proyecto es un amor entendido en su más pura realidad. El amor es eterno, es integral e integrador, porque Dios es Amor (1Jn 4,8). El amor es la fuente de la vida y de la felicidad. Por eso no podía truncarse en la Cruz (que en primera instancia es experiencia de muerte y de truncamiento). Dios es así. El hombre se encuentra con este regalo absolutamente gratuito por parte de Dios. Cuando ahora confesamos que Jesús es Señor estamos urgidos a entender su soberanía como expresión de su oferta liberadora, humanizadora y realizadora de los proyectos y anhelos más profundos del hombre. Nada más extraño a su soberanía que la extorsión, el dominio despótico y la anulación de lo más auténticamente humano. Entonces necesitaron superar el escándalo de la Cruz para encontrarse con la luz del amor de Dios. Hoy, y siempre, necesitamos volver a este encuentro. Y la Cruz o Jesús en la Cruz y en la Gloria (ahora está en la Gloria ya para siempre, estamos celebrando precisamente estas realidades en el sacramento festivo de la Pascua que se perpetúa para siempre) alcanza a todos los hombres y mujeres no importa de qué clase social, cultural o religiosa. Está en medio de los hombres como un estandarte liberador y se adapta y se acomoda a todos los niveles de las personas. La sabiduría de la Cruz no se adquiere con grandes esfuerzos, sino en el encuentro con ella, en su acogida por una fe personal y madura, en la acción de gracias y la experiencia humilde y perseverante. Todos somos invitados a vivir estas maravillas del amor de Dios que tienen como meta la gloria feliz para todos y para siempre. Era necesario ofrecer estas reflexiones en el pórtico de entrada de la Gran Semana para los creyentes y para todos los hombres en la que se actualizan y se celebran todos los acontecimientos centrales de la historia de la salvación para los hombres.

Evangelio: (Marcos 14,1,15-47).

Nota: no comentamos hoy el relato de la Pasión. El Viernes Santo haremos una amplia reflexión sobre la Cruz de Jesús, centro del relato de este relato. En su lugar ofrecemos una reflexión sobre la entrada en Jerusalén y el siguiente gesto de la expulsión de los vendedores del templo como signos proféticos que revelan la gravedad y urgencia de la situación en que se encontraba Jesús.

2. Entrada en Jerusalén.

Sentido profético-simbólico.

Una entrada sin ejércitos (recuérdense las actuaciones de los falsos mesías que durante el siglo I menudearon y todos fracasaron en sus intentos militares), sin armas, sin violencias. Gesto revelador del verdadero mesianismo: "He aquí que viene manso y modesto y cabalgando sobre un pollino". De este modo Jesús representa una corrección acabada de las falsas esperanzas mesiánicas. Jesús es, ciertamente, el verdadero Mesías, entra en su ciudad que es la morada de su Padre, "manso y modesto".

Sentido teológico y programático:

Jesús se acerca libremente al lugar de su entrega: "He aquí que vengo para hacer tu voluntad". "Nadie me quita la vida, la doy porque quiero". Jerusalén es el centro de la Salvación hacia el que convergen todos los pueblos y desde donde la luz de Dios se expande y se proyecta a toda la humanidad. Este sentido teológico profundo de Jerusalén-centro salvífico, lo heredan los autores del Nuevo Testamento, especialmente Lucas, del profeta Isaías.

Jesús el testigo fiel que realiza su camino hasta el final. Era necesario culminar el proyecto del Padre. Y ese debe realizarse en Jerusalén.

Significación actual de este acontecimiento.

La esperanza del hombre en el Mesías que le libere debe desbordar todos los cálculos humanos. Es necesario llegar hasta el Calvario, lugar privilegiado de la revelación de Dios, del amor de Dios que es el único que libera profunda y realmente. Los medios humanos sólo deben entrar en juego como respuesta y colaboración del Dios-Amor que es verdaderamente libertador. Es necesario huir y vencer todas las tentaciones de creer que la liberación y la felicidad del hombre se consigue con la violencia. Pero también es una advertencia severa a quienes huyen de todo compromiso. El Dios del Amor o el amor de Dios manifestado definitivamente en este Jesús, compromete enteramente al hombre en todas las facetas de su vida. Ilumina y transforma la existencia humana en todas sus manifestaciones. Una fiesta que invita a realizar una reflexión profunda con un mensaje actual y permanente. Jesús había proclamado esta congratulación que sólo entienden y pueden vivir sus verdaderos discípulos: "Dichosos los no-violentos activos porque ellos poseerán la tierra" (Mt 5)

3. Expulsión de los vendedores del Templo.

Visión histórica.

El templo de Jerusalén y su historia: según la teología deuteronomista, especialmente, el templo es el lugar elegido por Dios para establecer su morada, donde pudiera habitar su Nombre. Es el lugar de encuentro, de comunión y de convergencia de las tribus de Israel con su Dios. El templo era entendido por los judíos como un bastión de falsas esperanzas (Jer 27). El templo es un punto de referencia, un lugar de encuentro. Pero lo importante es Dios y el hombre; la voluntad de Dios expresada en su Palabra y realizada por los hombres en la justicia y equidad. El templo es una realidad ambivalente y equívoca que es necesario clarificar.

Significación teológica de este acontecimiento:

Jesús llega a la Casa de su Padre: "¿No sabíais que tenía dedicarme a las cosas\ en la casa de mi Padre?". "El celo de la casa de Mi Padre me devora". El culto en el espíritu y en verdad (Jn 4): el lugar del encuentro de los hombres con el Dios verdadero, su Padre, ya no será ni en el monte Garizim ni en el monte Sión (Jerusalén). Dios es Espíritu y busca que sus adoradores lo hagan en espíritu y en verdad.

Significación profética de este acontecimiento.

Sólo se trata de un gesto, de un signo, de un símbolo. A punto de coronar su misión en el mundo, Jesús se remite a un gran profeta: Jeremías. También a aquel profeta le costó grandes sacrificios atreverse con el templo desmitificando su sentido y su valor. No es el templo de Jerusalén el instrumento de la salvación. La voluntad de Dios vivida en la justicia, ahí radica la verdadera salvación del hombre.

Significación cristológico-eclesial del acontecimiento.

"Destruid este templo y yo lo reconstruiré en tres días" (Jn 2, 12ss). Esta es la clave central del acontecimiento. Jesús invita a dirigir la mirada a otra parte más importante. Este templo material, edificado por manos humanas, debe orientar la mirada y el pensamiento del hombre a otro templo no construido por manos humanas. "Él hablaba del templo de su Cuerpo, cuando resucitó de entre los muertos los discípulos creyeron en la palabra de Jesús (Jn 2,19ss). Atreverse con el templo, condujo a Jesús al martirio como certifican los relatos evangélicos del proceso ante el Sanedrín. Aunque la causa final fuera la "blasfemia", el atreverse con el templo significó una piedra fundamental en el camino que conduce al calvario.

La Iglesia primitiva, en su primeros pasos, no se desprende del Templo. Los primeros hermanos en la fe acuden gustosos al templo para orar (Hechos 2 y 3). Es el lugar del encuentro con Dios. Esteban, el Protomártir, será el encargado por el Espíritu para urgir el alejamiento de la Iglesia del templo. El templo fue el centro del pueblo judío. La Iglesia tiene otra misión y otra tarea. Y Esteban se encarga, guiado por el Espíritu, de revelar este proyecto de Dios para la Iglesia (Hechos 7). Y también en este caso templo y muerte martirial están relacionados. ¡Sorprendente paradoja: la casa de Dios relacionada en los grandes momentos con el martirio! El culto cristiano no es solamente una manifestación externa, y menos folklórica. "El velo del templo se rasgó de arriba a bajo". Y el centurión romano expresa su fe en el mártir del calvario. Visión universal de la salvación.

Apéndice: Durante los días que suceden al Domingo de Ramos, según la versión actual de los evangelios, se le plantearon a Jesús algunas preguntas fundamentales para la historia salvífica y para el destino de la humanidad:

1) ¿Después de la muerte, qué? (Mc 12,18-27).

2) ¿Hay que pagar tributo al César y reconocer su dominio sobre Israel, el pueblo de Dios, o no? (Mc 12,13-17).

3) Tú ¿quién eres? Dínoslo claramente (Mc 12,35-37).

4) ¿Cuál es el mandamiento principal? (Mc 12,28-34).

5) ¿Cuáles son los signos del fin? (Mc 13)

6) ¿Cuál es el destino de este mundo y de la humanidad? (Mc 13). 
(Fr. Gerardo Sánchez Mielgo O. P.).


ORACIÓN SOBRE EL PUEBLO


Padre, dirige tu mirada sobre esta familia tuya, por la cual nuestro Señor Jesucristo no dudó en entregarse a las manos de los verdugos y sufrir el suplicio de la cruz. Él que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.


¡Buena semana santa!




No hay comentarios:

Publicar un comentario