JUEVES SANTO


LA CENA DEL SEÑOR


Esta tarde de jueves, juntos como hermanos, celebramos la memoria de la Cena de Despedida de Jesús: En esta cena tan cargada de emoción y significado, Jesús hizo y dijo cosas insólitas y chocantes. Como el más humilde de los siervos, él, el gran Maestro y Señor, lavó los pies de sus discípulos y les dijo que se hicieran, como él, servidores los unos de los otros, servidores del pueblo. Después, cuando estaban comiendo, les pasó el pan y el vino diciendo: “Esto es mi cuerpo partido para ustedes. Ésta es la copa de mi sangre derramada por ustedes. Ámense unos a otros como yo les he amado”. Estos acontecimientos ocurrieron hace mucho tiempo, y sin embargo, Jesús nos repite a nosotros aquí y ahora: Hagan esto en conmemoración mía. Les he dado ejemplo. Tienen que hacer ustedes como yo he hecho. Como yo he servido, así tienen ustedes que servir; como yo les he amado, así deben amarse unos a otros.


Sugerencias para orar y meditar…


Ì EN EL NOMBRE DEL PADRE Y DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO. AMÉN.

Oremos para que podamos celebrar la santa Cena con la misma actitud del Señor…

Oh Dios y Padre nuestro: En esta noche, tan diferente de otras noches, nos reuniremos para participar en la cena que tu único Hijo nos legó, de forma que él pudiera permanecer con nosotros con toda la plenitud de su amor liberador. Él nos dio esta cena cuando estaba a punto de morir, y nos mandó celebrarla como el nuevo y eterno sacrificio. Te pedimos que en este encuentro con tu Hijo él comparta con nosotros tu vida y amor y sea nuestro pan de fortaleza que nos haga capaces de cumplir tu amorosa voluntad y de servir generosamente a nuestros prójimos, cercanos o lejanos. Te lo pedimos en el nombre bendito de Jesucristo nuestro Señor. Amén.


CONTEMPLAMOS LA PALABRA

I LECTURA


Este ritual es establecido para conmemorar una intervención decisiva de Dios a favor de Israel. Cada comunidad creyente deletrea la presencia de Dios en su historia. 

Lectura del libro del Éxodo: 12, 1-8. 11-14

En aquellos días, el Señor les dijo a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto:
"Este mes será para ustedes el primero de todos los meses y el principio del año. Díganle a toda la comunidad de Israel: 'El día diez de este mes, tomará cada uno un cordero por familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con los vecinos y elija un cordero adecuado al número de personas y a la cantidad que cada cual pueda comer. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito

Lo guardarán hasta el día catorce del mes, cuando toda la comunidad de los hijos de Israel lo inmolará al atardecer. Tomarán la sangre y rociarán las dos jambas y el dintel de la puerta de la casa donde vayan a comer el cordero. Esa noche comerán la carne, asada a fuego; comerán panes sin levadura y hierbas amargas. Comerán así: con la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano y a toda prisa, porque es la Pascua, es decir, el paso del Señor. 
Yo pasaré esa noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos del país de Egipto, desde los hombres hasta los ganados. Castigaré a todos los dioses de Egipto, yo, el Señor.

La sangre les servirá de señal en las casas donde habitan ustedes. Cuando yo vea la sangre, pasaré de largo y no habrá entre ustedes plaga exterminadora, cuando hiera yo la tierra de Egipto.

Ese día será para ustedes un memorial y lo celebrarán como fiesta en honor del Señor. De generación en generación celebrarán esta festividad, como institución perpetua' ". 
Palabra de Dios.
Salmo 115

R/. Gracias, Señor, por tu sangre que nos lava.

¿Cómo le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Levantaré el cáliz de salvación e invocaré el nombre del Señor. R/.

A los ojos del Señor es muy penoso que mueran sus amigos. De la muerte, Señor, me has librado, a mí, tu esclavo e hijo de tu esclava. R/.

Te ofreceré con gratitud un sacrificio e invocaré tu nombre. Cumpliré mis promesas al Señor ante todo su pueblo. R/. .


II LECTURA

Pablo ha recibido la genuina tradición cristiana. Él sabe que Jesús escogió el pan y el vino, compartidos, para simbolizar y expresar su decisión de entregar su vida por todos. 

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios: 11, 23-26

Hermanos: Yo recibí del Señor lo mismo que les he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan en sus manos, y pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: "Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía".
Lo mismo hizo con el cáliz después de cenar, diciendo: "Este cáliz es la nueva alianza que se sella con mi sangre. Hagan esto en memoria mía siempre que beban de él".
Por eso, cada vez que ustedes comen de este pan y beben de este cáliz, proclaman la muerte del Señor, hasta que vuelva. 
Palabra de Dios.

EL EVANGELIO PARA EL DÍA DE HOY

La lección es por demás elocuente. El Señor Jesús se ha convertido en servidor de sus discípulos. Dios sirve a los suyos para enseñarnos que, quien sirve a sus hermanos, da gloria a Dios. 

Ì Evangelio según san Juan: 13, 1-15

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre y habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.

En el transcurso de la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, la idea de entregarlo, Jesús, consciente de que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas y sabiendo que había salido de Dios y a Dios volvía, se levantó de la mesa, se quitó el manto y tomando una toalla se la ciñó; luego echó agua en una jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que se había ceñido.

Cuando llegó a Simón Pedro, éste le dijo: "Señor, ¿me vas a lavar tú a mí los pies?". Jesús le replicó: "Lo que estoy haciendo tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde". Pedro le dijo: "Tú no me lavarás los pies jamás". Jesús le contestó: "Si no te lavo, no tendrás parte conmigo". Entonces le dijo Simón Pedro: "En ese caso, Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza". Jesús le dijo: "El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos". Como sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: 'No todos están limpios'.

Cuando acabó de lavarles los pies, se puso otra vez el manto, volvió a la mesa y les dijo: "¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, que soy el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he dado ejemplo, para que lo que yo he hecho con ustedes, también ustedes lo hagan".
Palabra del Señor.


COMPARTIMOS LA PALABRA

“Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer” (Lc 22,15). No hay mejor manera que prepararse y vivir esta fiesta que entrando en el misterio de este ardiente deseo de Jesús. Comprenderlo e implicarse hasta el fondo.

Aquella Cena fue un gesto profético: las palabras explicaban las acciones y éstas hacían verdad las palabras. Profético pues se apoyaba en las experiencias que habían suscitado y alimentado la fe de Israel: la liberación de Egipto, el éxodo por el desierto, la promesa de la tierra prometida, los anuncios de los profetas que animaban esa fe en tiempos de incredulidad o prueba. Pero también, más que un gesto profético: era la realización de todas las profecías y promesas: el sueño y proyecto de Dios de establecer una alianza de comunión y amor con cada una de las personas y, a través de ellas, con toda la creación. El tiempo presente y la eternidad como un hogar con un Padre y muchos hermanos que se conocen y se quieren entre sí. Paz y plenitud, alegría y gozo perpetuos. Comprobar que ser hombre no es una “pasión inútil”; que no somos fruto del azar y la necesidad; que la vida tiene sentido y ese sentido nombre propio: el Padre.

En un pueblo hambriento secularmente por tantas carencias, ésa esperanza se expresaba con la imagen de un banquete: abundancia compartida, igualdad de comensalidad, alegría común.

Jesús se había entendido y presentado como el servidor, camarero (diácono) de ese banquete. Desde abajo, desde lo último y con los últimos. Por eso ahora quiere dejar prendida esa realidad total y profunda en la retina del corazón de sus discípulos: les lava los pies. “Yo estoy en medio de vosotros, sí, pero como el que sirve”, no como espectador desinteresado de vuestras esperanzas y vuestras luchas, sino ayudando, curando, sosteniendo desde abajo. Sólo si miráis hacia abajo, hacia lo más pobre y necesitado de vuestro mundo y de vuestra persona, me encontrareis; cruzaremos nuestras miradas”.

Jesús en esta hora decisiva, cuando le quedan pocas horas de vida, quiere dejarlo claro: en el banquete del Reino, él es el pan y la copa de la nueva Alianza, la definitiva. En el banquete del Reino, él mismo es el servidor. En el banquete del Reino, establece servidores del Reino que unidos a él, ofreciendo su vida como él, puedan ser servidores de sus hermanos.

Este reto, de entrega total, generosa de la propia vida para que todos tengan vida, Jesús lo llevará a cabo en la cruz: “los amó hasta el extremo” (Jn 13, 1) “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13).

Esta entrega, prometida el Jueves y realizada el Viernes, al parecer fracasada el Sábado (símbolo de todos los “sábados santos” del aparente “silencio de Dios”), se llenará de gloria y eficacia el Domingo. El primer día de la nueva creación. A partir de entonces, cada uno, como Pablo, vive “de la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí” (Gal 2 20).

Ante tanto amor real, concreto, plenamente humano, totalmente divino, el peligro que nos puede arrebatar la riqueza del Jueves Santo es el de rebajar a la medida de nuestros intereses o cobardías su fuerza transformadora. Se puede hacer de varios modos, por ejemplo, convirtiendo la Eucaristía en un mero rito para cumplir, para tranquilizar la conciencia, para solemnizar otras cosas o celebraciones. O también convirtiendo el sacerdocio ministerial, el sacramento que instituye servidores de la Comunidad del Banquete del Reino, en una casta, una profesión, un gueto de selectos, unos que ejercen su ministerio de mala gana y con prepotencia como dueños del rebaño (cf 1Pe 5 1-5)

Miremos el Cenáculo, dejemos que nos golpeen la mente, el corazón, la conciencia, lo que ocurre, lo que se dice, lo que se oye. Que Jesús nos contagie de ese deseo ardiente cuando comemos la Pascua con él.



ORAMOS CON LA PALABRA

Oh Dios y Padre nuestro: Cuando tu Hijo Jesús se entregó a sí mismo a sus amigos como comida y bebida para el camino, se comprometió a permanecer con nosotros como el  “hombre-para-los-demás” y como el “Señor-que-sirve”. Queremos aprender de él a entregarnos a nuestro prójimo, a amar y servir a los hermanos sin contar el precio y a liberar a nuestros hermanos y hermanas de cualquier mal que les esclavice, como un anticipo de la felicidad eterna que, según tu promesa, tú nos preparas por medio de Jesucristo, nuestro Señor. Amén.